Entre mitos, etiquetas y bienestar: El debate sobre los suplementos alimenticios en México

Sonora
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La industria mexicana de los suplementos alimenticios vive un momento clave: una iniciativa en el Senado busca actualizar la definición legal de estos productos por primera vez desde 1997.

Pocas cosas se mueven tanto entre la fe y la ciencia como el mercado del bienestar. Durante años, los llamados productos milagro prometieron curar todo: desde el insomnio hasta la calvicie, pasando por la pérdida de peso y la “limpieza del hígado”. A media noche, entre infomerciales y promociones dudosas, la televisión mexicana se convirtió en un catálogo de promesas imposibles.

Hoy, la historia es otra, pero el dilema persiste. El auge de los suplementos alimenticios —desde vitaminas y colágeno hasta extractos vegetales o cápsulas de “energía natural”— ha reconfigurado el consumo de salud. Y aunque el discurso es más sofisticado, la frontera entre lo científico y lo milagroso sigue difusa.

En México, este mercado representó 59,000 millones de pesos en 2024 y se proyecta que alcanzará los 90,000millones en 2028, con un crecimiento combinado del 45%. Detrás de estas cifras hay una batalla: la del consumo informado frente a la venta emocional del bienestar.

“No curan, complementan”: la voz de la industria formal
“Un suplemento alimenticio no pretende curar ni rehabilitar. Su finalidad es complementar la alimentación”, explica Juan Pablo Fueyo Gutiérrez, secretario de la Asociación Nacional de la Industria de Suplementos Alimenticios (ANAISA), quien conversó con Bistronomie sobre la nueva propuesta legislativa que busca redefinir el marco regulatorio del sector.

De acuerdo con Fueyo, la definición actual proviene de 1997, cuando la industria aún era incipiente. “En casi tres décadas, la investigación y el desarrollo han cambiado radicalmente. Es necesario modernizar el concepto para alinearlo con las prácticas internacionales y con la realidad del mercado mexicano”, subraya.

En la actualidad existe en el Senado de la República, la iniciativa del senador Armando Ayala Robles —es decir, existe una reforma de ley de su parte, la cual no fue redactada por la industria, pero sí cuenta con su respaldo. “El senador es consumidor de suplementos y entendió algo que muchos ignoran: la falta de información abre la puerta a los productos engaño. Esta reforma es una oportunidad para ordenar el mercado y proteger al consumidor”, afirma.

Alimentación moderna: entre la prisa y el déficit
La conversación con Fueyo no se queda en los tecnicismos y el fondo del problema, dice, es cultural y económico. “En un país donde alimentarse bien no siempre es sencillo —ya sea por el costo, por la accesibilidad o por el estilo de vida— los suplementos entran para cubrir esos vacíos”, señala.

En México, el consumo de ultraprocesados sigue creciendo, mientras que la ingesta de frutas, verduras y legumbres se mantiene por debajo de las recomendaciones de la FAO. Entre el tráfico, las jornadas largas y el costo de una dieta equilibrada, los suplementos se han convertido en una especie de “atajo moderno” hacia el bienestar.

Pero ese atajo, advierte el especialista, no sustituye la comida real.
“Un suplemento no reemplaza la cultura alimentaria. Ayuda, pero no cocina. No fermenta, no huele a maíz ni a calabaza. Y ahí está la frontera entre la nutrición y la gastronomía”, comenta Fueyo con tono firme.

La propuesta que se discute en el Senado —actualmente en la Comisión de Salud— introduce un cambio de fondo: reconocer los efectos fisiológicos de los ingredientes de los suplementos.

Esto significa que los fabricantes podrán comunicar, de manera regulada, los beneficios comprobables de los nutrientes contenidos en sus productos, siempre bajo supervisión de COFEPRIS.

Hasta ahora, la regulación sólo permitía frases genéricas como “complementa la dieta”. Con la nueva redacción, se podrá decir, por ejemplo, que la vitamina C ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, siempre y cuando exista evidencia científica y autorización sanitaria.

Para Fueyo, se trata de un paso hacia la transparencia y la educación del consumidor: “La gente tiene derecho a saber qué está consumiendo, por qué lo necesita y qué efecto puede esperar.”

La publicidad y el nuevo lenguaje del bienestar
En tiempos de redes sociales, la publicidad de suplementos es otro frente de batalla y los influencers, creadores de contenido y figuras públicas recomiendan productos con total naturalidad, muchas veces sin aclarar si son pagados, sin sustento médico o sin autorización de COFEPRIS.

“Reconocemos que las redes sociales son hoy el medio más poderoso, pero también el más riesgoso. Cada empresa debe cumplir con la Ley General de Salud en materia de publicidad y con la Guía de Influencers publicada por Profeco”, apunta Fueyo.

La industria formal, dice, no busca prohibir la publicidad, sino hacerla responsable. “La mejor publicidad es la que educa. Si un suplemento contiene hierro, calcio o zinc, el consumidor debe saberlo. Y también debe saber que no cura nada, sólo ayuda a mantener una alimentación equilibrada.”

Los mitos del mercado: entre el resveratrol y el colágeno
Cuando se le preguntó cuáles son los productos más engañosos, Fueyo es contundente: “No hay un catálogo oficial, porque aparecen y desaparecen. Pero suelen ser los que prometen bajar de peso, limpiar el hígado o mejorar la próstata. Incluso hubo un producto, el resveratrol, que llegó a anunciarse como cura contra el cáncer. Eso es lo que debemos evitar.”

En el otro extremo, están las marcas que cumplen con la regulación, que investigan y que fabrican bajo control sanitario. “Si un producto está en el anaquel de un supermercado, visible y con etiqueta completa, podemos asumir que cumple con la norma. Los riesgos están en internet, donde cualquiera puede montar una página y vender cápsulas en 20 minutos.”

Lo que viene: impuestos, regulación y conciencia
La industria, además, ya paga IVA e IEPS. A partir del próximo año, los productos con edulcorantes no calóricos también estarán sujetos a un nuevo impuesto.

Esto forma parte del paquete económico 2026, que busca ampliar la recaudación en productos procesados.

“Nosotros cumplimos con todo lo establecido. Lo que pedimos es claridad y un marco que reconozca el valor de la industria formal”, subraya Fueyo.

Comer, nutrir, entender
El debate sobre los suplementos no es solo técnico; es cultural. En un país que celebra su gastronomía como patrimonio de la humanidad, pero donde más del 70% de los adultos vive con sobrepeso, la conversación sobre cómo nos alimentamos se vuelve urgente.

Entre el mole y la cápsula, entre el amaranto y el polvo proteico, hay una historia de hábitos, mitos y aspiraciones que definen al México contemporáneo.

La nueva regulación, si se aprueba, podría marcar un punto de inflexión: que los suplementos dejen de ser promesas envueltas en etiquetas y se integren a una conversación más amplia sobre la salud, la alimentación y la responsabilidad.

“Lo importante”, concluye Fueyo, “es que el consumidor sepa qué está comiendo, qué está comprando y qué espera de ello. Comer bien es cultura, pero también es conocimiento”.