Los incidentes, registrados inicialmente en Los Ángeles, ya se replican en otros importantes bastiones del país, como Texas y Atlanta
Las manifestaciones en rechazo a las redadas migratorias del presidente Donald Trump han tomado fuerza en Estados Unidos este miércoles, a pesar de las medidas del Gobierno, de desplegar la Guardia Nacional y los marines en Los Ángeles, y las reiteradas amenazas de represión.
Desde el martes por la noche, miles de personas se congregaron en Nueva York, volviéndose ésta una nueva sede de las manifestaciones más significativas. Asimismo, Chicago, al norte del país, fue escenario de protestas similares.
Según informes, para este miércoles se prevén más movilizaciones en Seattle, Las Vegas y otras ciudades importantes, a la par que los organizadores han intensificado sus acciones, e incluso planean continuar con las medidas hasta el sábado, cuando Trump tiene previsto presidir un desfile militar en el centro de Washington.
El contexto político también se ha avivado con la decisión del gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, de desplegar la Guardia Nacional del estado para contrarrestar una protesta planeada para esta tarde en San Antonio.
Mientras surgen estos nuevos focos, la situación en el centro de Los Ángeles, donde los disturbios comenzaron la semana anterior, recuperó una relativa calma tras implementarse un toque de queda nocturno.
Las calles se mantienen resguardadas por agentes armados, algunos de los cuales patrullan a caballo en las inmediaciones de los edificios gubernamentales, mientras los comerciantes protegen sus negocios tapiando los escaparates contra posibles actos de vandalismo.
Las protestas surgieron en señal de reclamo por los operativos del ICE contra los inmigrantes irregulares en Estados Unidos, y por la severidad de estas maniobras, que generalmente implican arrestos en las calles, lugares de trabajo e incluso durante las comparecencias en los tribunales.
La mayoría de las concentraciones han sido pacíficas, con banderas de México y carteles en contra del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas; no obstante, se han reportado incidentes violentos, como quemas de taxis y el lanzamiento de piedras a las fuerzas del orden.
“Hay personas que están siendo arrestadas en la calle por agentes de inmigración que no llevan insignias, llevan máscaras (...) eso me enfada mucho”, dijo un manifestante de 26 años, que repudió que la policía respondiera a sus reclamos con el uso de gases lacrimógenos y armas no letales.
Trump, quien ganó la presidencia en parte gracias a su discurso antiinmigrante, ha utilizado la situación para obtener capital político.
Un ejemplo de su postura fue el despliegue de al menos 4.000 soldados reservistas de la Guardia Nacional y la movilización de cerca de 700 Marines en California, una medida que fue implementada a pesar de las objeciones del gobernador demócrata, Gavin Newsom.
Se trató de un acontecimiento sin precedentes en décadas, donde un presidente recurrió a medidas de esta magnitud y superó los límites constitucionales, y que derivó, a su vez, en el arresto de al menos 25 personas.
La administración de Trump percibe las protestas como una amenaza a la nación. De hecho, la víspera, el presidente se refirió a un “asalto total a la paz, al orden público y a la soberanía nacional” y enfatizó, por tanto, que “no permitiremos que una ciudad estadounidense sea invadida y conquistada por un enemigo extranjero”.
Inclusive, en un nuevo intento por justificar sus acciones, el mandatario escribió en sus redes sociales que “si nuestras tropas no entraran en Los Ángeles, ahora mismo estaría ardiendo”, y sumó que sus habitantes tuvieron “mucha suerte”.
Ante ello, la víspera, Newsom respondió denunciando que “la democracia está bajo ataque” y advirtió que California podría ser solo el comienzo de una tendencia más peligrosa.
A él sumaron su apoyo otros miembros del Partido Demócrata, quienes acusaron al Gobierno de buscar crear una crisis para justificar medidas autoritarias.
(Con información de AFP)