A mediados del siglo XX, un hecho insólito marcó el inicio de un gran avance en la biotecnología: las células cancerígenas de Henrietta Lacks revolucionarían la ciencia médica. En 1951, esta mujer afroestadounidense, de 31 años, murió de cáncer de cuello uterino en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore.
Durante los intentos por curarla se extrajeron células de su tumor que fueron enviadas a un investigador. Sin embargo, nadie le pidió permiso a ella o a su familia para examinarlas.
De acuerdo con el medio BBC, a 10 kilómetros de donde vivía Henrietta se encontraba el laboratorio del doctor George Gey, cuya ambición era combatir el cáncer. Durante tres décadas había tratado de cultivar las células de cáncer, pues estaba convencido de librar esta enfermedad.
Solía mezclar tejidos cancerosos con sangre de corazones de gallinas vivas, con la esperanza de que esas células enfermas vivieran y después se reprodujeran para estudiarlas fuera del cuerpo.
“Nunca había visto algo similar, ni lo he vuelto a ver jamás (…) Cuando examiné el cérvix me sorprendí, pues no era un tumor normal.
Era púrpura y sangraba muy fácilmente al tocarlo”, comentó el ginecólogo de Henrietta, Howard Jones, a Adam Curtis de la cadena BBC.
Ante esos exámenes, George Gey se dio cuenta rápidamente de que sus células, rebautizadas como células HeLa, eran extraordinarias porque podían ser cultivadas in vitro, es decir, fuera del cuerpo humano, y multiplicarse hasta el infinito. Varios científicos describieron este suceso como las “primeras células humanas inmortales que crecieron en un laboratorio”.
Este hallazgo ha permitido a laboratorios de todo el mundo desarrollar vacunas, especialmente contra la poliomielitis, tratamientos contra el cáncer y algunas técnicas de clonación. Sin embargo, la familia de Lacks no se enteró hasta la década de 1970 y no entendió el alcance hasta que Rebecca Skloot publicó en 2010 el éxito de ventas La vida inmortal de Henrietta Lacks (The Immortal Life of Henrietta Lacks).
“Llevan 70 años usando sus células y la familia Lacks no ha recibido nada a cambio de este robo”, denunció su nieta Kimberly Lacks en 2021, cuando la familia dijo que tenía la intención de presentar una denuncia y acusó a Thermo Fisher Scientific de lucrar con la comercialización de las células.
FAMILIA DE HENRIETTA LACKS LLEGA A UN ACUERDO CON LA EMPRESA QUE USÓ SUS CÉLULAS
Las células HeLa no solo permitieron el desarrollo de una vacuna contra la polio, sino hasta viajaron al espacio en las primeras misiones espaciales. Esto para que los científicos pudieran anticipar qué le pasaría a la carne humana en gravedad cero. El ejército de Estados Unidos depositó en grandes frascos las células de Henrietta en lugares donde hacían experimentos atómicos.
Cuando los familiares de la mujer afroestadounidense se enteraron de todo lo que estaban haciendo sin abordarlos, decidieron consultar abogados para averiguar si tenían derecho a recibir dinero de la industria de biotecnología.
Así, la familia de Henrietta Lacks, cuyo genoma revolucionó la medicina moderna, alcanzó un acuerdo con Thermo Fisher, la empresa de biotecnología que usó las células de esta paciente oncológica sin su consentimiento, anunciaron abogados este martes 1 de agosto.
“Las partes están satisfechas de haber encontrado una manera de resolver este asunto fuera de los tribunales”, señalaron los abogados de la familia Lacks, Ben Crump y Chris Seeger, en un comunicado.
No se revelaron los términos del acuerdo, alcanzado casi dos años después de que se presentara una denuncia en el estado estadounidense de Maryland. Thermo Fisher Scientific Inc lo confirmó con las mismas palabras que los letrados de la familia. Este martes 1 de agosto del 2023, Henrietta Lacks hubiera cumplido 103 años.
70 años después, la familia será indemnizada
Tuvieron que pasar más de 70 años para que se le haga algo de justicia a Henrietta Lacks, una mujer afroamericana de 31 años que falleció en 1951 a causa de un cáncer de cuello uterino.
De ella fueron las primeras células humanas que se clonaron con éxito y se reprodujeron en infinidad de ocasiones en laboratorios de todo el mundo hasta convertirlas en un puntal de la medicina moderna: esta línea celular, que se rebautizó como células HeLa, con las primeras sílabas de su nombre y su apellido, contribuyó a innumerables avances médicos, como la vacuna de la polio o la investigación contra el cáncer.
Pero todo eso ocurrió sin el consentimiento ni el conocimiento de Lacks, ni en la extracción ni en su uso. Ahora, la familia de la mujer cuyas células fueron clave en la medicina de las últimas décadas llegó a un acuerdo con Thermo Fisher, una de las compañías –no fue la única– que se enriqueció cultivando sus células sin permiso, y serán compensados para evitar un proceso judicial.
Henrietta Lacks apenas tenía 31 años cuando empezó con un extraño sangrado vaginal. Era 1951 y la mujer, pobre y madre de cinco hijos, acudió al Hospital Johns Hopkins de Baltimore, el único que admitía a pacientes en esa situación socioeconómica. Allí le diagnosticaron un tumor de cuello de útero.
Su ginecólogo extrajo una muestra del tejido canceroso para su análisis sin su permiso –algo legal en esa época– y, a la vez que intentaba tratarla con radio, entregó la biopsia a George Gey, investigador que trabajaba en el mismo edificio. Pero Lacks murió pocos meses después a causa del agresivo tumor.
Sus células, en cambio, siguieron vivas. Gey llevaba tiempo intentando cultivar biopsias de tumores, pero las células solían morirse a los pocos días. Las de Lacks, en cambio, se replicaban cada 24 horas y se podían transferir a placas de cultivo.
El investigador fue quien le puso el nombre de células HeLa y desde ahí salieron a los laboratorios de todo el mundo hasta convertirse en una pieza clave en el avance de la medicina, por ejemplo, en el estudio del genoma humano o en la investigación del cáncer y su relación con las hormonas.
Todavía hoy se emplean, de hecho, para estudiar los efectos de las toxinas, las hormonas y los virus en el crecimiento de las células cancerosas sin experimentar en humanos. A pesar de ese impacto incalculable en la ciencia, la familia Lacks nunca había sido indemnizada.
Según informa la agencia de noticias AFP, la familia no se enteró hasta la década de 1970 de la explotación sin permiso que se había hecho con las células de Lacks y tampoco entendió el alcance de lo acontecido hasta que Rebecca Skloot publicó en 2010 el libro La vida inmortal de Henrietta Lacks.
“Llevan 70 años usando sus células y la familia Lacks no recibió nada a cambio de ese robo”, denunció su nieta Kimberly Lacks en 2021, cuando la familia anunció su intención de presentar una denuncia y acusó a Thermo Fisher Scientific de lucrar con la comercialización de las células.
Días atrás, en la fecha en que Lacks hubiera cumplido 103 años, la familia y Thermo Fisher anunciaron que habían llegado a un acuerdo, aunque ninguna de las partes reveló los términos del pacto.
“Las partes están satisfechas de haber encontrado una manera de resolver este asunto fuera de los tribunales”, explicaron los abogados de la familia Lacks, Ben Crump y Chris Seeger, en un comunicado reproducido por AFP. La denuncia se había presentado casi dos años atrás en el Estado de Maryland.
El Johns Jopkins, por su parte, ya matizó en un comunicado que “nunca vendió ni se benefició del descubrimiento o distribución de células HeLa y no posee los derechos de la línea de células HeLa”.
“Más bien, Johns Hopkins ofreció células HeLa de forma gratuita y amplia para la investigación científica”, explicó la institución, aunque admitió su responsabilidad ética y reivindicó el legado de Lacks: “Johns Hopkins podría haber hecho, y debería haber hecho más para informar y trabajar con los miembros de la familia de Henrietta Lacks por respeto a ellos, su privacidad y sus intereses personales.
Aunque la recolección y el uso de las células en la investigación era una práctica legal y aceptable en la década de 1950, tal práctica no sucedería hoy en día sin el consentimiento del paciente”.