Seis años después de cometer uno de sus crímenes, Jorge Alberto Ceballos, conocido desde 2018 como “el enfermero de la muerte”, fue declarado culpable.
Este miércoles, un tribunal de Chihuahua lo encontró responsable del homicidio de cinco personas: los miembros de la familia Romero Armendariz —Daniel Gregorio, Daniela Romero, María Romero y Ricardo Chávez.
En 2018, Ceballos convenció a la familia de que podía conseguirles un riñón para Daniel Gregorio a cambio de una fuerte suma de dinero. Presumía tener contactos influyentes para vender plazas en el sector salud.
La familia le entregó medio millón de pesos, pero la salud de Daniel Gregorio siguió empeorando. El 29 de junio de 2018, Ceballos visitó la casa de las víctimas acompañado de su esposa e hijo.
Tras una conversación de varios minutos, él y su esposa dispararon contra la familia en al menos 20 ocasiones. Un niño de dos años sobrevivió. Este multihomicidio conmocionó a la opinión pública de Chihuahua.
Días después, el 1 de julio de ese año, Jorge Alberto Ceballos fue detenido por el homicidio de Laura Soto López, ocurrido el 7 de diciembre de 2017. Ella era una auxiliar administrativa que le había pagado 880,000 pesos por una plaza con mejor ingreso.
Ceballos la citó en una guardería y le disparó desde un vehículo en movimiento. Por este homicidio, fue sentenciado a 22 años de prisión y a una multa de medio millón de pesos como reparación del daño.
Jorge Alberto Ceballos tenía un tabulador de precios, cobrando entre 30,000 a 100,000 pesos a quienes buscaban una mejor plaza. A los de nuevo ingreso les exigía 80,000 pesos, y por los trasplantes de órganos pedía hasta un millón de pesos.
Esto le permitía vivir rodeado de lujos. Cuando catearon su casa, encontraron autos deportivos, así como documentos e identificaciones de sus víctimas.
A pesar de que su esposa Liset y su hijo Alberto eran considerados cómplices, el tribunal decidió absolverlos al no encontrar pruebas que los relacionaran con el asesinato de la familia Romero Armendariz.
Jorge Alberto Ceballos podría pasar toda su vida en prisión, enfrentando una condena de hasta 300 años de cárcel por este caso.