Entorno alimentario: un factor clave en nuestras decisiones y en nuestra salud

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México enfrenta desde hace décadas cifras preocupantes de sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles como diabetes, hipertensión y algunos tipos de cáncer.1 

Las campañas de salud suelen enfocarse en promover hábitos saludables como una alimentación balanceada y el ejercicio. Sin embargo, cada vez se cuestiona más si nuestro entorno facilita realmente estas elecciones, lo que sugiere la pregunta: ¿el espacio que nos rodea fomenta una vida saludable o conduce a estilos de vida poco saludables?

El entorno alimentario se refiere al conjunto de condiciones físicas, económicas y sociales que influyen en la selección de nuestros alimentos. Incluye desde la disponibilidad de alimentos hasta los precios, los tipos de establecimientos a nuestro alcance, la publicidad de alimentos e, incluso, nuestras preferencias culturales y posibilidades económicas.2

En México, el entorno alimentario ha cambiado de manera acelerada en los últimos quince años; las tiendas de conveniencia y la publicidad de alimentos ultraprocesados han aumentado, mientras que los puntos de venta de alimentos frescos, como fruterías, han disminuido. Además, los precios de productos básicos como frutas, verduras y productos frescos son considerablemente más altos.3 Estos cambios coinciden con el incremento alarmante en los problemas de salud relacionados con decisiones alimentarias inadecuadas, afectando especialmente a las comunidades más vulnerables.4,5

¿Cómo influyen estos cambios en nuestra salud?

Para entender esta relación, el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) analizó el impacto de los cambios en el entorno alimentario en colonias de media y alta marginación en Hermosillo, Sonora, entre 2010 y 2023. La investigación incluyó a 104 jefas de familia y 80 establecimientos de alimentos como supermercados, tiendas de abarrotes, fruterías y tiendas de conveniencia.

En colonias de marginación media, el número de tiendas de conveniencia pasó de 0.5 a 2.5 por km2 entre 2010 y 2020, mientras que los supermercados aumentaron de 0.2 a 1 por km2. En colonias de alta marginación, solo las tiendas de conveniencia mostraron un crecimiento significativo, pasando de 0 a 1 por km2.

Estos cambios se asociaron con indicadores alimentarios y de salud: las mujeres que vivían en colonias con más tiendas de conveniencia presentaron mayores índices de obesidad, circunferencia de cintura y prevalencia de hipertensión arterial, en comparación con aquellas que no enfrentaron estos cambios.

Por otro lado, una reducción en la cantidad de fruterías y supermercados se asoció con una prevalencia mayor de hipertensión, así como el consumo alto de energía y carbohidratos; es decir, de alimentos densos en estos componentes alimentarios.

¿Por qué ocurre esto?

Los resultados revelaron que los alimentos poco saludables, como bebidas azucaradas, botanas, comida rápida, pastelitos y dulces, son más accesibles tanto por el precio como por la variedad y la cantidad de establecimientos donde se venden.

Esto coincide con la percepción de las madres de familia, quienes señalaron que llevar una alimentación saludable es costosa y difícil y requiere mayor tiempo de preparación. Esta percepción, junto con los precios altos de los alimentos frescos, conduce a decisiones de compra de alimentos más baratos y convenientes, aunque de menor calidad nutricional.

Entre 2021 y 2023 el entorno alimentario no mejoró: los precios de los alimentos saludables aumentaron significativamente, mientras que su disponibilidad disminuyó. Además, los establecimientos que venden alimentos no saludables se multiplicaron.

Este panorama tuvo un impacto en la salud de las participantes, con un incremento en los casos de obesidad, diabetes e hipertensión. De hecho, el incremento de los precios a los alimentos saludables se asoció con una mayor circunferencia de cintura de las participantes.

Además, aunque se registró un aumento leve en el consumo de productos de origen animal, cereales y aceites, disminuyó el consumo de frutas, verduras y alimentos procesados durante ese periodo de tiempo.

Más allá de los números: tradiciones y decisiones

Un aspecto clave del estudio fue analizar cómo las decisiones alimentarias están influenciadas no solo por el entorno, sino también por factores culturales.

Aunque las participantes reconocieron las dificultades para acceder a alimentos frescos y saludables, algunas de ellas señalaron que sus tradiciones familiares y preferencias culturales juegan un papel importante en la selección de alimentos.

Por ejemplo, a pesar de la creciente oferta de alimentos ultraprocesados, las mujeres destacaron que conservan prácticas y costumbres culinarias que se han pasado de generación en generación.

¿Qué nos dice todo esto?

Este estudio aporta evidencia sobre cómo los cambios en el entorno alimentario afectan la salud y la nutrición de mujeres en comunidades vulneradas. Además, subraya la importancia de considerar factores sociales y culturales en el diseño de políticas públicas relacionadas con la seguridad alimentaria.

Es decir, no basta con promover una alimentación saludable; es fundamental garantizar que las familias tengan acceso a alimentos frescos, variados y a precios bajos.

Por otro lado, integrar elementos culturales en las intervenciones de salud pública podría ser clave para fomentar hábitos alimentarios saludables y sostenibles. En última instancia, combatir la obesidad y las enfermedades no transmisibles requiere un enfoque integral, que contemple no solo factores biológicos, sino también el entorno alimentario y el contexto social y económico de las personas.6

Referencias

1 Rivera-Dommarco, J. A., Colchero, M. A., Fuentes, M. L. et al. (2018.) La obesidad en México. Estado de la política pública y recomendaciones para su prevención y control. México: Instituto Nacional de Salud Pública.

2 Turner, C., Aggarwal, A., Walls, H. et al. (2018). Concepts and critical perspectives for food environment research: a global framework with implications for action in low- and middle-income countries. Glob Food Sec.,18: 93-101. doi: 10.1016/j.gfs.2018.08.003.

3 Ramírez-Toscano, Y., Pérez-Ferrer, C., Bilal, U., Auchincloss, A. H. y Barrientos-Gutiérrez, T. (2022). Socioeconomic deprivation and changes in the retail food environment of Mexico from 2010 to 2020. Health Place, 77. doi: 10.1016/J.HEALTHPLACE.2022.102865.

4 Pérez-Ferrer, C., Auchincloss, A. H., Barrientos-Gutiérrez, T. et al. (2020). Longitudinal changes in the retail food environment in Mexico and their association with diabetes. Heal Place, 66. doi: 10.1016/j.healthplace.2020.102461.

5 Pineda, E., Brunner, E. J., Llewellyn, C. H., Mindell, J. S. (2021). The retail food environment and its association with body mass index in Mexico. Int J Obes. 45(6): 1-14. doi: 10.1038/s41366-021-00760-2.

6 Hagenaars, L. L., Schmidt, L. A., Groeniger, J. O. et al. (2024). Why we struggle to make progress in obesity prevention and how we might overcome policy inertia: Lessons from the complexity and political sciences. Obes Rev., 25(5): e13705. doi:10.1111/OBR.13705.

Autores(as): Zahid García López, egresado del doctorado en ciencias del CIAD, e Isabel Ortega Vélez, investigadora de la Coordinación de Nutrición del CIAD.